A veces, procuraba lo mínimo.
Me mecía en su hamaca de lirios de río.
Le llamaba tímido,
pronunciando aquel nombre
que le puse en calma, como distraído.
Mesaba su pelo con mano de hombre
y de sus labios huían suspiros furtivos.
Fui un turista accidental en su vida;
su recuerdo de mí moría de risa
al solaz de un viejo álbum de fotografías.
Ahora, en tardes rojas, pienso en ella
y en la cósmica paz de su terraza...
...y es que, a veces, procuraba lo mínimo.
Otras me amaba tanto que el tiempo
crujía, revelando límites cíclicos.
1 de septiembre de 2007
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