Dibujo de un perro, por Pablo Picasso.
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ABURRIMIENTO Y EXCITACIÓN
El aburrimiento como factor de la conducta humana ha recibido, en mi opinión, mucha menos atención de la que merece. Estoy convencido de que ha sido una de las grandes fuerzas motrices durante toda la época histórica, y en la actualidad lo es más que nunca. [...] Uno de los aspectos fundamentales del aburrimiento consiste en el contraste entre las circunstancias actuales y algunas otras circunstancias más agradables que se abren camino de manera irresistible en la imaginación. Otra condición fundamental es que las facultades de la persona no estén plenamente ocupadas. Huir de los enemigos que pretenden quitarnos la vida es desagradable, me imagino, pero desde luego no es aburrido. Ningún hombre se aburre mientras lo están ejecutando, a menos que tenga un valor casi sobrehumano. De manera similar, nadie ha bostezado durante su primer discurso en la Cámara de los Lores, con excepción del difunto duque de Devonshire, que de este modo se ganó la reverencia de sus señorías. El aburrimiento es básicamente un deseo frustrado de que ocurra algo, no necesariamente agradable, sino tan solo algo que permita a la víctima del ennui distinguir un día de otro. En una palabra: lo contrario del aburrimiento no es el placer, sino la excitación.
El deseo de excitación está profundamente arraigado en los seres humanos, sobre todo en los varones. Supongo que en la fase cazadora resultaba más fácil satisfacerlo que en épocas posteriores. [...] Pero con la invención de la agricultura, la vida comenzó a volverse tediosa, excepto para los aristócratas, por supuesto, que seguían estando -y aún siguen- en la fase cazadora. Hemos oído hablar mucho sobre el tedio del maquinismo, pero yo creo que el tedio de la agricultura con métodos antiguos era por lo menos igual de grande. De hecho, contra lo que sostienen casi todos los filántropos, yo diría que la era de las máquinas ha hecho disminuir considerablemente la cantidad total de aburrimiento en el mundo. Las horas de trabajo de los asalariados no son solitarias, y las horas nocturnas se pueden dedicar a una variedad de diversiones que eran imposibles en una aldea rural antigua. Consideremos una vez más lo que ha cambiado la vida de la clase media-baja. En otros tiempos, después de cenar, cuando la esposa y las hijas habían recogido las cosas, todos se sentaban a pasar lo que se llamaba "un agradable rato en familia". Esto significaba que el padre de familia se quedaba dormido, su mujer hacía punto y las hijas deseaban estar muertas o en Tombuctú. No se les permitía leer ni salir de la habitación, porque la teoría decía que durante aquel rato el padre conversaba con ellas, lo cual tenía que ser un placer para todos los interesados. Con suerte, acababan casándose y así tenían ocasión de infligir a sus hijas una juventud tan lúgubre como había sido la suya. [...] Hay que tener en cuenta toda esta carga de aburrimiento cuando pensamos en el mundo de hace cien años; y si nos remontamos más atrás en el tiempo, el aburrimiento es aún peor. Imaginemos la monotonía del invierno en una aldea medieval. La gente no sabía leer ni escribir, solo tenían velas para alumbrarse después de anochecer, el humo de su único fuego llenaba la única habitación que no estaba espantosamente fría. Los caminos eran prácticamente intransitables, de modo que casi nunca veían a personas de otras aldeas. Seguro que el aburrimiento contribuyó en gran medida a la práctica de la caza de brujas, el único deporte que podía animar las noches de invierno.
Ahora nos aburrimos menos que nuestros antepasados, pero tenemos más miedo de aburrirnos. Ahora sabemos, o más bien creemos, que el aburrimiento no forma parte del destino natural del hombre, sino que se puede evitar si ponemos suficiente empeño en buscar excitación. En la actualidad, las chicas se ganan la vida, en gran parte porque esto les permite buscar excitación por las noches y escapar del "agradable rato en familia" que sus abuelas tenían que soportar. [...] Puede que cierto grado de aburrimiento sea un ingrediente necesario en la vida. El deseo de escapar del aburrimiento es natural; de hecho, todas las razas humanas lo han manifestado en cuanto han tenido ocasión. [...] Las guerras, los pogromos y las persecuciones han formado parte de las vías de escape del aburrimiento; incluso pelearse con los vecinos era mejor que nada. Así pues, el aburrimiento es un problema fundamental para el moralista, ya que por lo menos la mitad de los pecados de la humanidad se cometen por miedo a aburrirse. [...]
Bertrand Russell (1872-1970)
La conquista de la felicidad (1930)
Supongo que muchos de vosotros os habréis preguntado ya qué diablos tiene que ver la exposición de Russell con el dibujo del perro de Picasso. Bueno, lo cierto es que no podemos ya preguntárselo a Picasso, pero, por suerte, hay personas que dedican parte de su vida a investigar por nosotros esta clase de relaciones. Una de ellas es Daniel Lesmes, que en su ensayo titulado "Presencia de una ausencia: imagen y concomitancia entre el tedio decimonónico y la acedia medieval" explora la influencia del aburrimiento en algunas de las diversas manifestaciones culturales de la humanidad a lo largo de ciertas etapas de la historia occidental.
Personalmente, y aunque he de reconocer que el texto de Daniel Lesmes es infinitamente más complejo, académico y riguroso que el de Bertrand Russell (que no deja de ser, en este caso, una reducción a la autoayuda), creo que es extremadamente interesante, aparte de llevar tras de sí un arduo y eficaz trabajo de documentación y de mostrar, de un modo absolutamente cautivador, toda la pasión y muchos de los conocimientos que Daniel demuestra en relación al mundo de la literatura y del arte en general.
Os animo a leerlo. Aquellos de vosotros que queráis echarle un vistazo, podéis hacerlo accediendo a esta página web, o descargando el texto directamente desde el Chinchibox:
Que os aproveche. Un abrazo.
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